Tu amable corazón, Jesús humano,
belleza de los cielos y la tierra,
se da en mi corazón, secreto tuyo,
más hondo que el saber de mi conciencia.
Es bello el corazón, por ti creado,
por ti habitado, vida verdadera;
al ritmo del latido cotidiano
mi vida fue contada por tus venas.
Penetro en lo más hondo de mí mismo
y busco en mis dominios mi riqueza;
mi humano corazón que en ti confina
me anuncia que eres tú quien me sustenta.
Lugar de lo posible, corazón,
de todo amor vivido y toda guerra,
a ti, pobre y sublime, en gracia pura
del cielo en carne y sangre el Verbo llega.
Ya puede el corazón, libre y ardiente,
alzar el vuelo en pos de su querencia;
¡oh Cristo, que conoces nuestros pasos,
la historia universal en ti se cierra!
A ti, Padre celeste, Padre santo,
cantamos el amor con voz perfecta;
recibe todo agrado por el Hijo
que ha puesto sus latidos en la Iglesia. Amén